viernes, 19 de abril de 2024

Edición de Abril en el CAFÉ LITERARIO.

 



En la tarde de ayer día 18 de abril se celebró la edición del mes. En el Café Literario de Sant Boi.

En esta ocasión invitados los responsables de la Unión Extremeña, que en este año cumple su 65 aniversario desde su FUNDACIÓN en nuestra ciudad, agrupación, ( la más antigua del pueblo),  que merece un reconocimiento por tantas alegrías y diversiones como ha aportado a Sant Boi.

Fue un encuentro con los ciudadanos entrañable. Representados por Paco Vera y Manolo Guerrero, personajes destacados a lo largo del tiempo en la Asociación Extremeña.

os dejo unas fotos como recuerdo.



































fotos de nuestro colega

José Gómez.




martes, 16 de abril de 2024

Métete en su nido.


 






 

 

- Cuidado que la niña se nos queda para vestir santos. Muy pero que muy soltera. -  Comentaban unos padres nerviosos al ver que su chiquilla iba cumpliendo años y no pescaba a nadie.

- La verdad es que la gente no la encuentra guapa. Siendo un bellezón, sin embargo, tiene algo que no comprendo; que no excita a los hombres y está en los casi treinta y cinco. -  decía la madre; y añadía con poca gracia

-  y el gordito que la pretendía en el pueblo, no cuajó. Exigía mucho a cambio de nada. Además, no tenía donde caerse muerto. Un chichinabo de la horticultura, engreído y demasiado recto en sus convicciones.

-  Cierto es. -  expresó el padre, con resignación. -  Nuestra Ingrid, no hubiese sido feliz con ese pájaro, porque es madrero y avariento. El jodido no se gastaba una perra en caprichos. Es un ser inmensamente tacaño y jamás echan una cana al aire.

¡Nada de nada! Lo único que echa al aire son las campanas y los vítores de esquizofrenia cuando gana su equipo.

Por otra parte, - siguió la mamá desilusionada. -  El muchacho estaba estigmatizado por una madre demasiado supervisora y a nuestra Ingrid, no la hubiese dejado vivir en la paz que ella necesita.

El padre, tomó la palabra para recordar lo que siempre decía Ingrid. -  Jamás en la vida me casaría con un obrero. -  Acotando convencido y mascullando sin vergüenza. -  Imaginas la vida que tendría. No sería dueña de sus actos, se transformaría en una esclava sin sueldo. Viviendo detrás de la cocina, y cuidando niños. -  recordó el padre que le aconsejó en aquel momento.

-  Es preferible te quedes como estás. El amor es como una gripe. -  añadía mirando a la madre, queriendo asegurar que ella pensaba lo mismo, y continuó apostillando muy seguro.

-  tiene un periodo de incubación, otro de efervescencia y en según qué casos, al cabo llega la calma chicha. Recordando en voz alta y corroborando el dato con Gilda, su esposa. La mamá de Ingrid.

-  Yo creía que el hijo de Loreto, caía en sus garras y nuestra chinita lo pescaba. Fíjate cuando nos contó que lo embaucó con ideas románticas hasta que lo tuvo en el bote. Nos dijo que le había confesado que la amaba. -  Hizo un inciso para tomar aire y prosiguió. -  Creo que hubo más que caricias.  ¿Crees que lo llevó al catre…?

 

Interrumpió muy brava Gilda, entrando al trapo en tono de queja, sin dejar que el marido dijese nada que comprometiera la honradez de Ingrid.

-  Tanto como se las dan ahora de seductoras fue incapaz de empotrarlo en la cama y si lo hizo no lo arropó lo suficiente como para obligarlo al compromiso.

-  Igual no le acababa de gustar. -  expuso el papá. - Podría ser un tipo flojo sin la energía necesaria y que no le convenía.

-  Ya no se trata de que no le guste, o sea más o menos laxo, que sepa cumplir o se quede a medias. Es cuestión de engancharlo y atarlo, que la mantenga por lo menos un tiempo, así ella va tomando experiencias.

 En esta vida, nada dura para siempre. Comprende que la nena no es una jovencita. -  Se descaró aquella mujer demostrando la mala suerte que pertinaz seguía a su Ingrid.

-  Yo pensaba, que Borja, - añadió el padre - La llevaba al altar

-  Imposible. No lo sedujo suficiente. Ni lo comprometió como sabemos hacer bien las mujeres cuando nos interesa se cumpla lo que deseamos.

Permitió que opinara la familia de Borja, sobre todo Loreto, su mamaíta, que lo asustó con esas frases torticeras de:

 < Si te enredas con ella, serás un desgraciado>. Usando la manifestación de odio ajada de: < No es hembra para ti. Es mayor que tú y se quiere colgar de tu patrimonio>. - Resumió con las frases trilladas de siempre y finalizó con una sentencia.

-  Ingrid volvió a quedarse descompuesta, sin novio y sin futuro.

 Seguía comentando la situación aquel matrimonio, cuando se abrió la puerta del salón y entró su hija, más pintada que una puerta, con un vestido precioso que le ajustaba en su talle, dejándola respirar poco.

La hacía bella y resplandeciente. Olía a nardos naturales recién cortados. Rompía una sonrisa en sus labios, y mostraba una felicidad en el rostro que no podía evitar.

Saludó a sus padres, girando sobre su figura para que vieran el tipo despampanante de su pequeña.

-  Hola y adiós. ¡Desearme suerte!

- ¡Claro que sí preciosa, la mereces! Ahora no te despistes. -  Arguyó la madre, mirándola y con los ojos dando instrucciones precisas sin dejar de añadir la coletilla del perfilado.

-  Mucho cuidado con Angelita, que va detrás del oficial del buque. Que no te lo vaya a levantar, con sus risitas de arpía. ¡Que ese pollo es tuyo!

Ingrid; queriendo corregir a su madre y quedar fina delante de su papá, le respondió.

-  Mamá, que no es un oficial cualquiera. Es el comandante del barco y tiene nombre. Se llama Bienvenido.

Aunque le llamo cariñosamente “Nido”. Le quito el “Bien ve” que no me gusta ni le pega al pobre. -  matizó Ingrid animosa.

- ¡Muy bien! …pues al “Nido”. A ver si lo llenas y no se te escapa, por culpa de Angelita que lo mira con mucha ambición. -  Volvió a comentar la madre con inquietud y zozobra.

-  Mamá. -  respondió la hija. -  porqué eres así. Angelita me dijo que Nido, tiene novia en Maracaibo, que no se entienden muy bien y están distanciados.

Por cierto, a mi amiga no le interesan los soldados, dice que son efusivos en el campo de batalla y en casa solo piensan en la paz.

¡Creo que me será fácil seducirle!

La madre desquiciada por lo que había escuchado en boca de su hija y con los ojos cargados de rabia no pudo aguantar su impulso y le brotaron de su boca palabras que disparó como afilados puñales.

- ¡Eso no importa! ¡Y no me seas boba! Está muy lejos esa mujer y los marinos tienen un amor en cada puerto.

¡Métete en su nido!

Y no dejes que clame ni que píe.

 

 

 

 


domingo, 14 de abril de 2024

Fruto del Juego - quinta parte y final -

 



Aquella mañana el cartero dejó en la recepción del hostal O Fierro un certificado a nombre de Adela, que recogió en cuanto salían para afrontar otra jornada en la ciudad. Un escrito que María y sus hijos le habían remitido desde Barcelona. Anunciándoles que serían muy bien recibidos, caso de llegar a su casa, y aunque no estaban sobrados de nada, pero si venían dispuestos a trabajar, y hacerse de un rincón de futuro, les podrían ayudar en el arranque y a su vez, con el dinero que imaginaban traían desde su destino se arreglarían. Podrían sufragar alguna de las deudas que aquella familia tenía pendientes en los colmados del barrio y alejar un poco las penas del hambre. Ya que aun y trabajando los tres, no les alcanzaba para llegar a final del mes, ni tener los estómagos aliviados. 

Aquel mensaje recibido les ponía en guardia y si recalaban por Barcelona, sabían a lo que estaban abocados. De entrada, grandezas pocas y venturas mínimas. Por lo que la respuesta a la carta de su madre quedó pendiente de contestación y la hora de encontrarse suspendida en el tiempo.
Mientras discutían sobre la situación de la familia de Adela, tropezaron en la Rambla Marina con Xinzo, que les invitó aquella noche a visitar el tugurio que regentaba junto Amalia. Aceptando de buen grado, con la particularidad que tan solo se presentaría Jacob, por motivos obvios. Adela previsora había tenido un espejismo alucinante en su imaginación que la desmarcaba de la pretensión y la acercaba a prepararlo todo por si tuviesen que salir escopeteados. Además de escribir a su madre María, Gelete y Paco sus hermanos, informándoles de su futuro inmediato, que con seguridad aún no conocía.

 
Quedó encantado el chilango con el mujerío, el despelote, las timbas y aquellos cócteles afrodisíacos. Donde se desafiaba a la suerte en las partidas del póker, del blackjack, y los dados con cualquier moneda existente. Pesetas, dólares, esterlinas, pesos, sin mediar medida. Incluso con el trueque de escrituras de la propiedad que a menudo se jugaban los más viciosos y enfermos ludópatas.
Al margen de la mierda y el abuso de ciertas prohibiciones que se sucedían en un terreno tan anónimo y descontrolado por la policía, nadie le ponía freno ni mediación de recurso. Muchos lo sabían y en cuantiosas ocasiones cerraban los ojos o miraban hacia otros lugares para no ver lo que allí estaba sucediendo.
Cualquier aberración que se pudiera sospechar, se conseguía en aquel estercolero. Repleto de inmundos adinerados, y otros que no poseían más que adeudos.
Famosos de medio flequillo, y gánsteres aficionados que delinquían por un simple trago. Noche tras día se hacinaban jugando, donde se podía perder la vida en un instante por una mala racha de fortuna.
La pareja llegada desde Madrid, tan solo llevaba cuatro semanas hospedados en O FIERRO, el alojamiento elegido desde que recalaron en la ciudad marinera y ya pensaban en alguna vivienda de alquiler, o en preparar sus pies en polvorosa por si tuvieran que escapar.
Mientras; procuraban disfrutar de la estancia en aquel lugar. Atendiendo a detalles y posibilidades que les pudiesen beneficiar. Hasta que la diosa fortuna les propusiera cualquier enredo monetario para no volver con las manos vacías a un destino diferente.
En el Ferrol no se podían quedar. No tenían futuro ni sostén natural. Aquellos parientes jamás les cubrirían las espaldas en momentos de precariedad, y tal y como se les presentaba la cosa, estaban seguros y convencidos que arribarían las vacas flacas.
Habían sido despreciados por sus tíos carnales. Los que creían serían sus garantes.
De momento se balanceaban como si de un trampolín se tratara. A la espera de algún negocio que pudieran untar los bolsillos y su radicación temporal necesaria para la llegada de noticias de otros familiares y parientes repartidos por la península.
Adela en una premonición, dio aviso a la familia de Barcelona, la noche misma en la que recibió noticias de su madre y hermanos, para que no escribieran más a la dirección del O Fierro, porque presentía iba a tener que ausentarse de esa población a la voz de ya.
Aquella aurora Xinzo lo perdió todo. El juego arruinó su vida. Pendiendo una amenaza sobre su cabeza. Ya no tenía más para jugarse y le era necesario liquidar apuros. Abonar deudas pendientes y las contraídas en aquella mesa de la ruleta.
Con propiedades, títulos o ahorros, era imposible. No podía puesto que carecía de todo, y no dudó en apostarse a una de sus hijas. La más pequeña. La que era fruto del concubinato con Amalia.
Decisión que ya habían acordado aquel par de crápulas desdichados. Al no ser decentes ni querer afrontar su compromiso. Ni el cariño necesario para con los hijos. Evitando el esfuerzo que se necesita para mantener a los críos en la lactancia. Darles instrucción escolar, amor y normalizar como Dios manda una familia.
No entendían de esfuerzos, madrugones, peripecias ni sacrificios. Con lo que Amalia no estaba dispuesta a cargar ni un minuto más y mandarlo todo al traste.
Xinzo estaba perdiendo en aquel instante más de setecientas cincuenta mil pesetas que le iban a despojar los cómplices de aquel matute. Desesperado, salió del garito para ver a su Amalia y proponer una solución pactada. Ella muy borracha y sin casi sentido le dio la luz verde para lo que tantas veces habían hablado.
Volvió a la partida desencajado y sabiendo que si no triunfaba aquella propuesta que ponía sobre la mesa, se jugaba la vida entre los cuatro que participaban en el compás. Proponiéndole al primo de su compañera de vida algo que jamás hubiere imaginado.
 
Jacob se había llevado buen pellizco de la trilla del juego. Con lo que Xinzo planteó a bote pronto al colorado, cambiarle todo el montante que había ganado en aquella mano, por su hija menor. Venderle a la niña.
Liquidando Xinzo así la carga nocturna. Salvar su pellejo pagando la deuda contraída en aquella mano por su mala cabeza, al matón de las marinas ferrolanas. Que no le daba más crédito y quería cobrar a toca teja aquella noche.
 
Vender a una hija, no les era un problema vital para aquella pareja de desgraciados.
Los padres de Constantina, de acuerdo con salvar su culo de aquellos delincuentes hampones se deshacían de la pitusa. Cambiándola a pelo al primero que se pusiera a tiro. Tan solo por el trueque de una noche de miseria.
Una mala racha de cartas que les obligaba a saldar aquel desembolso con sangre o con divisas. Decidiendo que Constantina sería la moneda de cambio.
 
Jacob el primo carnal de Amalia, aceptó sin rodeos quedarse con la nena. Con ciertas condiciones que debían admitir de inmediato los padres fisiológicos que firmarían un documento personal, donde se exponían los motivos por los cuales se debía aquella donación. A cambio de absolutamente ningún derivado personal, ni devengo posterior. Solo por la tasa de aquellas setecientas mil pesetas de la timba del juego. No obligándole ningún pago más por aquel trueque y renunciando a los derechos de padres. Cedida al matrimonio de Adela y Jacob, para siempre. Por haberla apadrinado después de una deuda de la ruleta. Que firmaron ambos completamente convencidos mientras recogían aquellos billetes verdes, para abonar al hampón allí presente su canon.
No pudiendo exigir paternidad, a partir de entonces para con la chiquilla, ni establecer contacto con Constantina. Cerrando así el capítulo de aquella angelita de casi dieciocho meses.
La rescató con mucho gusto de la cuna donde dormía ajena a todo. Falta de higiene y del amor de sus papás y de un biberón necesario. Sin perder el tiempo, una vez guardó el documento de venta, que hicieron a mano alzada, desapareció Jacob con el edredón que cubría a la niña. La que jamás volverían a ver por haber sido repudiada.
Llegó a la habitación que ocupaban en el O Fierro, antes de amanecer por completo con la niña en los brazos.
Adela en su duermevela había sentido un par de sacudidas extrañas que le indicaban iba a sobrevenir un suceso que les iba a cambiar la vida para siempre. Dándose un desenlace primordial para ellos.
Cuando la avivó de la socarronería del sueño, no se le notó esfuerzo alguno y la sonrisa de Jacob, le daba la buena nueva. En su despertar supo que eran padres de Constantina sin que nadie le dijese nada. Lo presentía. Lo había soñado y sucedió. Jacob agitado quedó contándole la historia y se pusieron en marcha. No había otra cosa más importante que desaparecer con su niña.

Debían esfumarse de Galicia, del Ferrol y del perímetro donde vivían Amalia y Xinzo con carácter de urgencia.
El destino a partir de entonces se les presentaba incierto y preocupante.
Se fugaron del lugar, sin dar noticias de su paradero, y se pusieron rumbo a Madrid, haciendo una parada en Tordesillas para despistar al taxi que les condujo en el primer trayecto. Después en un bus de línea llegaron de nuevo a la capital. Se establecieron en el barrio de Vallecas buscando ambos una ocupación para mantenerse, encontrando una plaza de dependiente en una ferretería y Adela, a la vez que cuidaba a Constantina se empleó en una guardería infantil que le permitía llevar y traer a su hijita.
 
Como quiera que los esfuerzos, calamidades y quebrantos superaban con creces a personas que no están acostumbrados a doblar el lomo. No superaron el martirio al que estaban sometidos, y las deudas iban acribillando la estadía de los nuevos papás. Decidiendo poner tierra y mar de por medio y volver a américa.
Sin imaginar de momento que Constantina, carecía de créditos que demostraran que era su hija y poder franquear las fronteras.
 
FIN.
 
 


viernes, 12 de abril de 2024

Fruto del Juego - Cuarta parte.

 



Con las conjeturas que sacaron Adela y Jacob, vieron que el relacionarse con ellos, caso de tener suerte, era improbable. Su llegada no les aportaba nada emocional, y el cariño no existía en su seno próximo, cuanto menos en el distante.

Las noticias descubiertas de los parientes ausentes, no les interesaba lo más mínimo. Eran verdaderos desconocidos y al no haber tenido ningún roce durante tantos años de abandono, tampoco existía razón ni vínculo natural.

Ayudados por el vicario que les preparó un encuentro aparecieron en aquella casa de visita. Titubeantes, se presentaron con unas ofrendas autóctonas. Regalos materiales y obsequios de la familia lejana, que realmente compraron en el bazar del rastro queriéndolos hacer pasar por agasajos traídos del más allá del mar del caribe.

Josué y Marina, no mostraron alegría con los sobrinos recién aparecidos y acreditados. Con poco aprecio arrinconaron, sin el menor interés las baratijas que querían hacer pasar como presentes enviados por los que se quedaron en Acapulco.

Esperando y temiendo que de un instante a otro pidieran alguno de los favores que presagiaban por la impronta resultante y porque además se les notaba en la cara, su angustia y necesidad.

Escaseando por parte de aquellos ancianos, todo agrado posible, demostrado con su silencio cortante y el desprecio que en un día fueron objeto. Ahora muy tarde, no querían saber ni de alegrías ni de penas de todos aquellos que huyeron y ahora retornaban con la cola entre las patas.

 

Marina, la esposa de Josué, viendo la cara que ponía su hombre, apresuró las preguntas y directamente interrogó a los recién llegados, qué era lo que querían y porque ahora se acordaban de unos parientes tan olvidados. Haciendo una pausa y callando en pro de averiguar el verdadero testimonio que aportaban.

Jacob y Adela lejos de aclarar y responder a la pregunta, hablaban de detalles aislados que no los llevaban a parte alguna. Notando Josué cierto interés por atraerlos con alabanzas sin conseguirlo. Ya que toda la información e intuición que tenían de la estirpe del Ferrol la habían conseguido por informes del cura que los puso al cabo de la calle.

Nombres de los hijos, con sus descendencias y de los nietos y otros detalles que omitieron porque se les notaba el percal y la jeta demostrada por aquellos forasteros que pretendían ser recogidos.

Detalle que sus tíos descubrieron de inmediato forzando el momento de su marcha.

Jamás habían presenciado aquellos sobrinos un encuentro familiar tan desagradable y falto de afecto en su vida. Ni un abrazo, ni un beso, ni tan siquiera un trámite civilizado que mostrara alegría. Apenas les dejaron amoldarse en el rincón de un angosto pasillo, sin brindar silla, ni bocado de pan, ni trago de agua.

No quisieron aceptar los cacharros que traían para los hijos de Amalia, por no tener relación alguna con su hija, que faltaba de aquella casa desde hacía muchos años. Facilitándoles la dirección, y si les apetecía, se lo acercaran.  

Se acabó el trámite antes de cumplirse la media hora de su aparición. Saliendo casi a la fuga, oyendo el estruendo del portazo que se fraguó a sus espaldas. Imaginando que no se volverían a tratar.

 

Dorotea Trujillo, “la Abanicos”, volvió a recibir una nueva carta de Adela, ahora con remite de expedición y no tardó en llegar a las casas baratas de Horta a entregar aquella misiva a Maruja, que junto a Gelete y Curro, hermanos de Adela leyeron tantas veces, con lágrimas en los ojos. Donde analizaban las letras de su hermana que les pedía perdón por haberlos dejado solos y relatando toda la serie de calamidades que había sufrido para poder llegar al punto en que estaba. Ahora de retorno porque a pesar de todo lo vivido, jamás pudo encontrar la felicidad que ella pretendía. Gozo que disfrutaría si el cielo le regalaba aquel milagro. Abrazarlos hasta la extenuación. Dándole las gracias a las Vírgenes del Carmen y Guadalupe, el estar con vida y conseguir con la ayuda de Dios encontrarlos y volver a ceñirse a su alrededor, caso de estar perdonada por los disgustos propinados de antaño.

Maruja con la ayuda de sus hijos no tardó en escribir enviando la respuesta a la dirección del hostal O Fierro que por correo urgente sellaron. Quitándole hierro al pasado y con la intención de abrazarla lo antes posible. Queriendo saber si estaba bien casada, si tenía niños y de qué forma se ganaba la vida, para sufragarse el costoso viaje hasta la España recién liberada. Sospechando que, si había vuelto de un país tan grande y rico, era por motivos que esperaba se los pudiera explicar cuando se reencontraran. Mil cosas más quisieron indagar, dejándolas en el alero para poder conocerlas de su propia voz. Le rogaron en aquel mensaje, que los mantuviera informados y les escribiera a menudo.

 

Aquel día fueron a la playa de San Xurxo, litoral y pedanía donde vivía Amalia, sus hijos y su compañero Xinzo. Donde tutelaban un albergue muy cercano a los muelles, posada de alojamiento de peregrinos del Camino de Santiago, y viajeros con escaso o poco tiento económico. Con la excusa de entregarles aquellos presentes que Marina y Josué padres de la menor de sus hijas, no habían querido aceptar. Dándoles la oportunidad de acercarse ellos mismos a cumplir con aquel débito que les apetecía hacer.

Se presentaron sin previo aviso. De la noche a la mañana arriesgándose a que la visita fuera de la misma dimensión y forma que la que le ofrecieron los padres de Amalia

Los recibieron con reservas, aceptando los regalos para los chaveas y las botellas de licor que traían para los mayores, que no tardaron en descorchar. Entrando con premura por los efluvios del alcohol en las grandezas y en las veleidades que provocan los néctares espirituosos. Celebrando aquella aparición como si se conocieran desde el inicio de los tiempos. Amistad que tanto unos como otros creían, sería provechosa para sus bolsillos.

En aquella gran casa de hospedajes, tenían una especie de reservado donde la ocupaban los padres y sus cinco niños. Manteniéndoles distanciados de todos los chochos que se formaban en las noches.

Jugaban los recién llegados con aquellos mesoneros, incidiendo en las emociones que sabían les agradaban y como no, los ponían a tono. Datos que les había pasado el mosén de la parroquia y los aprovechaban para conseguir aquello que pretendían y tenían muy en cuenta, para alucinarlos con grandezas y promesas.

Vivienda muy sencilla, amplia y poco aireada, deslumbradora y poco limpia. Notándose la escasez del bienestar y la insolvencia paternal. Chiquillos en edades desde los once años el mayor a los dieciocho meses, de la más pequeña.

Los cuales demostraban su desnutrición y la falta de atención que aquellos padres les negaban.

Xinzo como Amalia vivían del puro cuento, y sus aficiones eran el Fado galego y la música de gaitas a deshoras, los mariscos regados con mucho Riveiro y los chupitos y caldos fuertes del arenal. Haciendo unas timbas de juego en las noches, que se llegaban a jugar hasta las miserias más reprobables.

El compañero de Amalia y el marido de Adela, se hicieron amigos muy pronto. Se entendían sin esfuerzo. Ambos eran parecidos, deshilvanados y muy semejantes. Sobre todo, por compartir el menor gusto en echar el bofe, trabajar a ratos y cansarse poco.

El arrojo físico no era para ellos. Tan solo disfrutaban con el humo procedente del tabaco, el paladar de los tragos cortos y penetrantes y el descarrío por las apuestas atrevidas y del tipo que hubiere.

 

 

 

CONTINUARÁ….

 

 

 

 

 


domingo, 7 de abril de 2024

Entre diferencias.

 












Con sus ruidos los tambores

musicaron a cantantes

después de una discusión

que tuvieron los parlantes.

Se dispararon con piedra,

secretos espeluznantes

confesiones sin pudores

para informar a ignorantes.

Aireando en boquinegra

sus envidias inquietantes.

 

Estar entre dos ardores

nos deja muy expectantes.

Provoca una situación,

con sus jugos hilarantes.

Desagradable y muy negra

que nos sitúa distantes.

La causan tantos sudores

con falsedades flagrantes,

y celos raros que integra

en personas desquiciantes.

 

Sin conciencia ni candores

rompe lazos importantes.

Olvidando la emoción

de amistades rimbombantes,

Que en su tonillo se alegra

sin necesitar de tirantes.

Para compartir los mejores

estrujones tan farsantes.

Con voces que desintegra

El amor frustrado de antes.

 

Ya no hay dicha en los actores

todos tienen atenuantes        

interpretan la canción

fingiendo ser muy galantes.

Convencer de lo siniestra

y agresores detonantes

acusando que son peores

y nunca fueron causantes.

Aquí les dejo la letra

de una historia resultante..



  • Sant Boi, 7 abril 2024.
  • E.Moreno

 


domingo, 31 de marzo de 2024

Relato finalista del SANT BOI NEGRE 2024. Peculiaridad homicida.

 

Relato:   Peculiaridad homicida.
Autor: Emilio Moreno
Finalista en el Concurso Sant Boi negre, 2024









Berta era la encargada ejecutiva de la limpieza del hotel El Castillo. La gobernanta de las habitaciones del establecimiento, por la que pasaban casi todas las situaciones controladas que se daban dentro de la fortaleza. 

Aquel mes de junio del año 1982, el hotel estaba asignado al completo, a la expedición italiana de balompié.

Una vez superada la primera fase de clasificación el equipo romano reservó casi en su totalidad las instalaciones del complejo para albergar, a la comitiva cerca de los estadios donde debían enfrentarse con los rivales que tenían en la terna. Por la celebración del XII Campeonato Mundial de Fútbol FIFA. Delegación que allí podría disfrutar de todos los servicios de infraestructura. Acomodando a sus técnicos y delegados, fisioterapeutas, y su cuadro de médicos y psicólogos. Todo el fuerte reservado, excepto media docena de alcobas de aquella residencia, que eran intocables. Exclusivas para clientes asiduos del albergue y empleados.


Los que vieron socavada la tranquilidad y a partir de entonces el tumulto, se hacía notorio por la llegada de reporteros y cronistas del mundo. Aficionados y forofos del componente “Azzurri”. Simpatizantes y seguidores de la misma ciudad de Sant Boi, que estaban encantados con aquella avalancha a la urbe, tan singular como inesperada.

Aquel alojamiento se había convertido en una periferia estacional de personajes y deportistas famosos, que por su gloria eran populares y reconocidos.

Artistas de toda índole del espectáculo y fantasía más vulgar, y corresponsales de los espacios de las cadenas de televisión. Políticos regionales exponiendo su figura impostada, pretendiendo mostrar virtudes deportivas inexistentes. Agentes especulativos, intelectuales sin fama en busca de tajada y aficionados al deporte rey, que ardían por mezclarse tan solo cinco minutos con aquellas leyendas admiradas.

Berta en su trabajo y como regente de la pulcritud e higiene en el hotel, tuvo que reforzar el grueso de azafatas de la bayeta para poder atender aquella especie de tormenta que se avecinaba. Detalles que no le eran un impedimento por su capacidad profesional y por ese encanto que intrínseco portaba y del que presumía, que además lo combinaba en sus ratos libres, haciendo de enfermera voluntaria en el centro psiquiátrico.


Aquel manicomio de la ciudad fundado por el Doctor Antoni Pujadas. Dispensario científico para frenopáticos incurables, que daba asistencia y reinserción social a individuos con deficiencia paranoide, y discapacidad intelectual. En el cual, Berta tenía ingresado a Paco, el mayor de sus hermanos. Al que vigilaban por su agresividad y su tendencia perversa, por lo cual estaba severamente medicado. Con una afección dominante de esquizofrenia, muy habitual y que padecían más de uno en esa familia. Limitándoles funciones mentales y estados de ánimo.

Una labor que hacía y desdoblaba la buena de Berta, con gusto y dedicación, al mismo tiempo que ayudaba y favorecía su conciencia. Siendo el pago que ella aportaba por las atenciones y buenas maneras que la Congregación de Hermanas Hospitalarias, ofrecían a Paco, con resultados positivos visibles, en su mejoría.

Aquella actividad social la practicaba tres veces a la semana, además de festivos que no tuviera jornada laboral. Era un reto que se había fijado entre ella y su conciencia compartiéndolo con la dedicación a las labores de su casa, sita en la Ciudad Cooperativa, dónde tenía fijada su residencia, ocupándose a la vez de Elvira, su madre que también en ocasiones mostraba desorientación cerebral progresiva.

Berta estaba empleada desde hacía siete años en el insigne reducto del castillo. Un parador señorial de Sant Boi, un insigne fortín antiguo baluarte de gestas en tiempos pretéritos, que mantuvo siempre la esencia de secretismo, reservado a poderosos. Lugar de negocios anónimos, de amores prohibitivos, de adulterios clandestinos y de historias infamantes, que desde hacía más de medio siglo, se había transformado en una residencia hotelera, reteniendo el origen primitivo, y la propia razón social de Hotel El Castillo.


Por ello la señorita Gómez Santos era una mujer elegida, sin preámbulos y muy concisa. Con un carácter frío y poco afectivo que había cursado sus estudios de infancia y mocedad, en el colegio Joan Bardina. Preparación escolar que le daba suficiencia y aptitud para desarrollar su cometido, como jefa en el grupo de limpiadoras que gobernaba. Incluida su compañera Natalia, un personaje especial que conoció en el sanatorio. Paciente ingresada junto a su hermano por conductas depresivas y deficiencias sensoriales, de las cuales se fue recuperando en su totalidad, hasta que le dieron el alta definitiva.

Bagaje el de Berta, que no le sustraían en ser una joven muy guapa y nada timorata. Sabiendo atraer soluciones para resolver situaciones de todo tipo, incluyendo ambientes esenciales con los hombres cuando se le acercaban para seducirla o engatusarla. Era desequilibrante y seductora. Versada en las artes de la persuasión y experta en el lenguaje corporal. El que suelen tener las vanidosas y habientes de la hermosura sin medida. Ayudada sin pretenderlo por su conversación gestual y sensorial, que atraía sin mesura a empleados o clientes de aquella fortaleza.

Festejaba con Fidel, un suboficial del Parque de Talleres y Automovilismo de la base del Bajo Llobregat. Sargento del ejército de tierra venido de la escuela general de Zaragoza, que recaló en las instalaciones militares del destacamento móvil. Al que sedujo, una tarde que la guapa muchacha, buscaba plan en el Ateneo Santboiano, acompañada de Natalia y sus atisbos celosos, que no dejaba de perseguirla desde que Berta la había colocado por recomendación de la abadesa del hospital, en el propio complejo hostelero. Tras haber superado su tambaleo mental, y con la duda razonable de los médicos

Aquel festivo de mayo, actuaba Loquillo y su orquesta y ambas se encapricharon del joven Fidel, perdiendo el asalto Natalia, por ir dos pasos tardía en el paseo de asedio y por el divino perfume corporal que desprendía Berta.

Se encantaron por la melodía del trovador con voz de luna, tropezando en una afinidad de instante. La pareja al cabo de tres semanas, compartía su atracción y colchón, cuando les era posible y las circunstancias lo permitían. Viéndose discretamente en los espacios reservados para empleados que la hostería les dispensaba.

Aprovechando la apertura política y social sucedida en el país, todo parecía más permisivo y la holganza era manifiesta. Donde iban cambiando y aceptando las primicias democráticas y las formas de entender, las relaciones amorosas entre semejantes. El futuro de Berta y Fidel lo tenían más que concebido, a la espera de mejores tiempos y sin un compromiso jurado de fidelidad. Su pretensión y su devenir lo dejaban al puro azar.

En la noche del viernes cuatro de junio los jugadores de la Itálica y el staff técnico descansaban, con los ímpetus puestos al día siguiente al celebrarse en el estadio de Sarrià, el partido entre Italia y Brasil, encuentro correspondiente a la segunda fase de clasificación.

Los nervios afloraban intimidando, en la concentración de la competición. Por ello los protagonistas del enfrentamiento habían cenado pronto y descansaban.

Tras una incidencia, se requería ayuda en la suite trece del primer piso, que atendió el servicio de habitaciones.

El recinto coqueto de la planta del hotel, dejaba oír la algarabía llegada de las piscinas. Sonoridad benevolente, que se colaba por el ventanal y desde el mirador del espacio se disfrutaba de la vista de las montañas donde se erige la ermita de San Ramón, sobresaliendo en la oscuridad, con su neblina laxa, el magnífico contorno del santuario.

 


La solicitud de urgencia del ocupante de la suite de Dino Ferretti estaba siendo atendida sin dilación. Era el adjunto al equipo transalpino y encargado de la salud de la comitiva. Famoso por sus escándalos. Un individuo atractivo, de vida ociosa y sexualmente promiscua. Hombre seductor que engañaba a quien pillaba desprevenido. Si era mujer, la llevaba a la cama enamorada y engañada y si era hombre, lo embaucaba con algún tinglado de dinero o negocio tenebroso, para arruinarlo.

El servicio de atención envió a Natalia, a que se hiciera cargo de la premura en la habitación. Dispuesta no tardó en personarse en el lugar.

Atractiva y situada, apareció y se brindó a solucionar los problemas de ese cuarto de aseo. Con prontitud al ver el estropicio comenzó achicando el agua del recinto, que inundado ya emergía por la moqueta del dormitorio. Solucionando con soltura, toda la humedad vertida en el terrazo, donde despedazada la cortina de plástico no evitó que se desbordara del linde invadiendo la zona.

Desde el acceso al excusado, el ocupante de la suite observaba a la empleada como hacía su trabajo, y ella adrede mostraba más carne de la necesaria intentando provocar a un despiadado muy fuera de sí. Llegando a incitar al “rompebragas” napolitano a delinquir.

En un arranque súbito y feroz le sustrajo a Natalia la fregona y la manga de la ducha, que usaba para aclarar la bañera. Mojándola en el forcejeo por completo calándole el uniforme que empapado se translucía su prenda íntima. Lo único que llevaba bajo el quimono de limpieza. Advirtiendo a la vez dos pezones grandes, al haberse adherido al batín por la ausencia de sostenes.

Como una fiera atacó a la asistente. Echándola sin miramientos sobre la cama de forma salvaje. Natalia muy sumisa no quiso defenderse, y actuaba como si fuese cosa de su destino, salvando la situación con una tranquilidad fuera de norma. Sosegó a Dino con maestría, que desbocado, no atinaba a penetrarla con precisión. Dejándose hurgar y acariciar, por sus manos torpes y sus prisas cobardes, que la sobaban sin coherencia hasta que Natalia despojada del uniforme y desnuda, se deja penetrar, infringir y arañar.

Meticulosa consigue calmar al petulante, haciéndole creer que la próxima copulación no tiene por qué ser desagradable. El transalpino vuelve a la impavidez y se percata, que si ella denuncia el acto que acaba de cometer, le caería la ley con todo su peso perjudicando a la comitiva azulona del Mundial. Intentando retraerse de lo cometido, le ofreció a la mujer un fajo de dólares, que saca de una bolsa de viaje. Indicándole que todo ha de quedar en el anonimato.

Ella, para no romper aquel engaño y evitando vuelva a mostrar su mezquindad, le propone un plan romántico. Frenando toda la inquina y urdiendo toda su estrategia criminal.

Natalia, no siente por aquel bárbaro despreciable absolutamente nada, pero lo quiere utilizar para buscarle la ruina a Berta. Conspirando un plan tan avieso, como impensable.

Deja el puñado de billetes que le ha ofrecido sobre la cama, y lo seduce. Para hacerlo creíble lo magrea, lo soba y con mucha soltura y con la duda en el cuerpo, le muerde los labios y lo acaricia, durmiéndolo.

Dirigiéndose hacia los vestuarios, de donde roba de la taquilla de su amiga su ropa con la que se viste, tomando el frasco de perfume que usa, sin que ella pueda intuirlo, ya que a esa hora está absorta en las dependencias de reposo, acariciando a Fidel.

En su camino se acerca a la recepción para mostrarse y tener coartada, indicándoles que la exigencia está resuelta. Que informen a Berta y lleve a la habitación 13 toallas limpias. Aduciendo que ella ha de alcanzar las tareas que dejó pendientes, antes de la llamada exigente.

Tras el aviso y de forma clandestina, entra en las cocinas buscando una herramienta que dañe la carne y agarra lo primero que encuentra. Unas tijeras enormes, que disimula bajo sus tetas y tapa con la blusa de su amiga. Regresando de nuevo a la suite donde espera Dino, que lo despierta y dispone.

Los recepcionistas dan el mensaje a la gobernanta que retozaba debajo de Fidel en el cuartito de empleados. Al poco la dichosa joven recoge dos toallas grandes, blancas y limpias y las acerca a la 113, que son recogidas en la puerta por su ocupante, mientras Natalia se esconde desnuda para no ser descubierta hasta que su compañera, una vez hecha la entrega vuelva con Fidel.


 

El violador creyendo que los billetes que estaban esparcidos sobre las sábanas habían colmado las exigencias de la agredida, suspiró confiado. Quedando totalmente eximido de su proceder y jactándose de su persuasión. Intuyendo que ella, se dejaría follar tan solo por su atracción, placer y dinero.

Mientras lo imaginaba y confiado, ella apareció en escena sin un trapo que la cubriese, descontrolando al tipo, bailando en pelotas alrededor del agresor, para excitarlo más, y a la vez confundirlo. Dándole requiebros y gestos sexuales provocativos, hasta que estuvo harta del baile y por la espalda le atacó.

Desde la parte extrema de la butaca donde reposaba, le asestó una punzada con las aspas de la tijera semi abierta. Aguijonazo sobre la nuca, que le seccionó las cervicales, dejándole agonizar mientras se escindía. Una vez lo tuvo tieso, preparó el escenario con tanta calma como si tuviera un protocolo sustentado desde hacía semanas.

Serena, abandonó junto a Dino la ropa de Berta, la que había llevado puesta para incriminarla. Sin olvidarse de propagar unos toques de perfume que tomó del neceser de su taquilla. Expandiendo gran parte del dinero ofrecido, revuelto sobre la colcha, muy a la vista.

Se vistió con su propio atuendo y se dirigió hacia la zona de empleados, donde dormían placenteros el sargento y la gobernanta, para despedirse con naturalidad, por finalización de su turno.

Eran las seis de la madrugada y Natalia, había cumplido aquella jornada con su horario. Llamó a su compañera desde el umbral de acceso y Berta apareció con un taparrabos azul de su amante, irradiando esa fragancia natural que sobreexponía con semblante de felicidad.

La hizo pasar sabiendo que no podía ver a Fidel, porque se duchaba entonces. Momento que Natalia aprovechó para dejar caer sin que Berta pudiera notarlo, un sobre repleto de dólares y una prenda íntima del infausto, que deslizó detrás del tocador de aquel cuchitril. 

  

El desayuno del sábado fue sobre las diez de la mañana y el autobús del equipo recogió a los protagonistas con el tiempo suficiente para que llegaran sin prisas al estadio. Donde podrían entrenar y después recibir el masaje físico para estirar los músculos, a la espera de la hora del comienzo del match.

Las habitaciones habían quedado libres sobre las doce de aquel día, para que el servicio encargado entrara en ellas a efectuar la limpieza exhaustiva y necesaria que requerían.

Al ver que Ferreti no se incorporaba en el comedor para el desayuno, se alertan y van a buscarle. El jefe de la expedición se interesa y al no abrir la puerta, los empleados acceden y encuentran al cliente rebanado, bañado en su propia sangre.

Los agentes de la benemérita no tardan en llegar al lugar de los hechos, reservando las zonas cercanas sumidas en el suceso.

Aquellos expertos comienzan a acopiar vestigios, de la cama y del suelo. El dinero esparcido entre ropa femenina y la vestimenta perteneciente al capuleto y restos de fluidos humanos y mugres anómalas con los consabidos desechos.

Recogidos por los forenses para que se pudieran analizar, sin confundir con las trazas reales.

El hotel Castillo queda semi custodiado por las fuerzas policiales. Mientras que el juez da orden de levantamiento del cadáver y las pesquisas siguen por parte de la policía. Localizando esbozos y pertenencias del asesinado, en el sitio donde durmieron, la jefa y el sargento.

Descubriendo ropa íntima del interfecto, esparcida tras un mueble, y un sobre repleto de billetes americanos de curso legal, disimulados tras un tocador.

Los empleados de la conserjería recuerdan y confirman que vieron a Berta llevar toallas limpias a la habitación. Se descubre que el sargento Fidel Lindero pernoctó de forma furtiva con la empleada y gobernanta de aquel refugio, la señorita Gómez.

Los empleados del Hotel el Castillo, que cubrieron el turno de trabajo aquella jornada fueron interrogados y todos ellos coincidieron en las mismas afirmaciones, que se había dado una incidencia en una suite del primer piso, y en un principio había sido atendida la emergencia por Natalia qué según los dos dependientes de Admisión, quedó solucionada en la media hora siguiente.

Natalia es interrogada y en su declaración a los agentes, indicó la labor desempeñada en aquella intervención, dejando el episodio solventado sin más.

Había sido llamada para que atendiera una contingencia en la 13, en la que estaba instalado el cliente señor Ferreti Modugno, que había derramado muchísima agua en el suelo al estar rota la cortina de plástico.

Atendiendo al usuario de una forma rápida y dejando el espacio de baño en condiciones óptimas. Una vez gestionado, facilitó notificación a los compañeros de Recepción, los que se encargaron en dar aviso a la jefa, para que les aproximara dos toallas secas. Dado que a ella no le daba tiempo acabar lo pendiente, si quería finalizar las tareas iniciadas antes de aquella premura y no dejar labores incompletas.

Hasta cerca de las seis de la mañana aproximadamente que volvió al set de los empleados para despedirse de Berta, con la que mantuvo unas palabras derivadas del relevo y cambio de turno.

 

Brasil pierde el partido contra Italia por 3 a 2 en el campo de Sarriá, estadio del Español de Barcelona. Gracias a los goles de Paolo Rossi, que anotó tres tantos para pasar de ronda.

El cortejo de los deportistas echó en menos al gran Dinópolis, pero los responsables del equipo no quisieron dar información a sus jugadores para que no perdieran la concentración, habiendo llegado casi a las puertas del campeonato.

El equipo y la comitiva romana, estuvo hasta el día 9 de julio, en las instalaciones del hotel de Sant Boi, tras jugar su partido contra Polonia, a los que también ganaron y se clasificaron para la final en Madrid, el día 11 de julio del año 1982, contra la selección de Alemania.

 


Detienen a Berta acusada por el asesinato de Ferretti. Es declarada culpable y la ingresan sin fianza en la cárcel de mujeres de la Trinitat Vella, en espera del juicio.

El Ateneo presentaba aquella tarde a Dyango, con sus últimas creaciones y la que era su canción bandera. Una melodía del año setenta y seis que siempre que actuaba en aquel círculo, la solicitaban los muy enamorados y los que disfrutaban bailando apretados. Pegados a las cinturas, con la llamada y romántica “música de bragueta”. Una canción de amor poco alegre y menos animada, que se bautizó con el nombre de “Si yo fuera él”.

Fidel seguía deambulando serio y recorría muy solo y desamparado aquella zona lúdica, sin la compañía de la que fue su pareja, que extrañaba muy mucho. Destacando en el recuerdo, los requiebros que se daban en el bar y las instalaciones de la pista de verano de la sala santboiana. Y aunque habían pasado varias semanas del trance, aún no podía quitarse de la cabeza todo lo sucedido y menos con la preciosa canción que interpretaban, que lo sumía en el perfume de la que ahora estaba entre rejas. Aquella tarde había recalado en el baile, para despedirse de la gente que conocía, cuando tropezó con Natalia que como en ella era habitual, olvidaba muy pronto a las personas que en un momento hicieron tanto por ella. Se saludaron a pesar de todo y acto seguido Fidel preguntó si había ido a ver a su amiga. En las ocasiones que el militar visitó a Berta, esta le había comentado, no tener noticias de nadie.

Con pretextos frívolos se desvinculó de la respuesta, y sin dar una excusa aceptable, dejó a Fidel con la palabra en la boca y perdiéndose entre el tumulto, huyó al iniciarse una nueva canción.

 

Los días corrían sin casi percatarse de la realidad. Berta llevaba tres meses recluida en la cárcel, y a Fidel las cosas en el cuartel, tampoco le iban demasiado bien. No había sido imputado en los hechos de la noche de marras, pero el ejército, no le absolvía de responsabilidades por su actuación. Por lo cual lo destinaban al acuartelamiento de Morón de la Frontera, y antes quería despedirse de la que fue su chica.

No fueron momentos agradables y después de lo sucedido habían roto su idilio. Berta no quiso seguir con la relación si es que en algún momento la hubo. Poniendo punto y final, a su trato.

Los abogados no encontraban alegatos ni pruebas contundentes en su favor, que demostrasen su inocencia. Todo eran detalles incriminatorios contra su persona, la que encarcelada esperaba lo peor.

 

Había pasado año y medio de la fecha final del campeonato futbolístico en el que ganó Italia su tercer mundial, derrotando a una Alemania, potente y vigorosa. Mientras que la vista de enjuiciamiento estaba fijada como inminente. Los abogados habían indagado hasta la saciedad por si encontraban rastros, o algún detalle donde aferrarse. Interrogando a todos los intervinientes aquella madrugada en el hotel El Castillo, sin hallar punto referencial para poder enlazar una defensa que pudiera liberar a Berta, y evitar la petición del Ministerio Fiscal que la condenaba a treinta años de reclusión, por encontrarla culpable de asesinato.

En el interrogatorio del juicio Natalia fue grosera, y exenta de compasión. Ni tan siquiera miró a los ojos a la acusada, como si la cosa no fuera con ella. Archivando su crimen dentro de su alma miserable.

Fidel abogó en el juicio, declarando en favor de Berta toda su verdad. Lo que había vivido con ella, sin dar crédito a las acusaciones. Narrando los pasos sucedidos en la confusión fatídica. Sin demostrar cómo había llegado aquel dinero y la excretada ropa interior del asesinado detrás del tocador. Quedando la vista para sentencia en pocos días.

 

El militar había rehecho su vida en Morón y permanecía soltero. Ostentando por ascenso el empleo de Brigada del Ejército, y olvidando poco a poco todo aquel trance ocurrido.

Berta fue cumpliendo la condena implacable, imaginando una y mil veces, cada instante de aquella pesadilla. Haciendo un inventario secuencial de cuanto sucedió o pudo suceder, sin dejar nada por escudriñar. Incluyendo las llamadas de teléfono, el aviso de recepción que tuvo en nombre de Natalia para la entrega de las toallas, y el trecho desde el desván a la suite 13. Rodeando el recibimiento que hizo a su compañera al despedirse por fin de jornada mientras Fidel se duchaba, tras pasar una inolvidable aventura de pasión. Llegando a la conclusión que Natalia, tenía mucho que ver en el asesinato de aquel italiano.

Como casi toda condenada que pasa excesivo tiempo entre rejas, perfila incongruencias y malicias, mezcla su proceder con chantajes y desagravios, hasta llegar a ser perversa. Fue asimilando de perfiles delincuentes, adquiridos de compañías malhechoras, el cómo llegar a una venganza fría y suave.

  


En febrero del 2012, Berta había cumplido cada uno de los treinta años de cautiverio. Castigada por un crimen ajeno. Entonces ya era insensible y amoral.

Su hermano y su madre, Paco y Elvira habían fallecido uno tras otro. De su buen amigo conoció su defunción por las noticias. Fidel hacía un par de años que murió en Afganistán. Convertido en una de las primeras bajas de las tropas españolas destacadas en la expedición de la capital en Kabul, durante el año 2010.

El blindado en el que viajaba con su pelotón, pisó una mina de dos kilos cuando patrullaba por la localidad de Sang Atesh, en la denominada ruta Lithium. La única carretera transitable que comunicaba el sur y el norte de la provincia de Badghis. Encontrando la muerte súbita.

 

Cumplida la condena, Berta sin contacto de familia y distanciada de los conocidos, olvidada incluso por vecinos, volvió a su barrio. El de siempre. La ciudad Cooperativa. Irrumpiendo en la vivienda familiar que desde la muerte de su madre estuvo desocupada.

FAMPÁR, que es la Asociación estatal de exconvictos; en pro de su inserción a la sociedad, le ofreció un par de ocupaciones laborales, para que pudiera ganarse la vida. Eligiendo una de las plazas disponibles de un empleo, que era rechazado de forma sistemática por su enjundia. Despreciado por el conjunto de candidatas que buscaban reinserción asequible, por considerarlo quehacer resbaladizo. Se trataba de una vacante nocturna en el antiguo frenopático de Sant Boi.

Aceptando contender por la ocupación, para rehacer sus rutinas en libertad y reanudar la relación con gente nueva que le ayudara a restañar todo el daño y el rencor que soportaba. Consiguiendo sin ser fácil, el empleo por sus cualidades y condiciones supuestas.

La única persona que podía identificar a Berta era Natalia, que volvía a estar ingresada en aquel asilo de dementes. Denominado Complejo Asistencial de salud Benito Menni, donde ahora estaría bajo su tutela.

Ingresada sin apenas raciocinio con desvarío paranoide y locura hebefrénica, llegando a ser incoherente al hablar y agresiva actuando de manera extraña con reacciones emocionales absurdas. Diagnosticada como depresiva conflictiva y cruel con tendencias suicidas y patibularias.

Ya que toda la médula indigna que le provocaba su esquizofrenia se confundía con su tendencia delictuosa y perversa, sin otorgarle ningún tipo de piedad a los celadores, médicos y enfermos.

Recluida vegetaba con los atacados más críticos, en el pabellón de los coléricos y agresivos con visos de trasgresión.

Ningún psicoterapeuta sabía de Berta, ni conocían su pasado penitenciario y mucho menos la condena que había cumplido tan solo hacía unos meses. Sin sospechar que en su juventud fue voluntaria en esa fundación y estaba al tanto de las fórmulas y el modo radical de sosegar a los internos. Tampoco relacionaban que la frenética Natalia, estuvo de por medio como testigo en el juicio que sentenció, a la que ahora sería su vengadora.

 

El perfume delató la presencia de Berta al entrar en aquella “olla de grillados”. Alertándose Natalia que la ojeó con mirada parricida, sin llegar a conocerla por la ingesta de fármacos engullidos. Aquella fragancia le era inolvidable sin poder relacionarla de momento.

Al tenerla enfrente, un odio recorrió el canal de los pechos de Berta. Esperaba el instante para herirla, y una docena de cosas más. Los años habían sido más benévolos en el cuerpo de la exconvicta, que en el de la desquiciada. La dejadez en Natalia, era evidente. Pasados unos minutos, una vez metabolizados los aletargantes, fue cuando la reconoció perfectamente.

Apenas podía hablar por la tiesura que tenía al creer que Berta se iba a vengar allí mismo. Balbuceaba por el miedo. Los ojos de la recién llegada le transmitían un mensaje y la alienada podía leérselos. No se esforzó demasiado la celadora cuando le dijo en el oído, que le devolvería la cordura por completo, antes de ajusticiarla.

Los psiquiatras y neurólogos, pronosticando incidencias aconsejaron a la nueva protectora no diera confianzas a nadie de aquel sector, en especial a dos maníacos, ya sin futuro y en la vía conclusiva.

Baldiri Verdú y Natalia Cerezuela. ambos con tendencias belicosas. Agresivos y enemigos con odio visceral, los que le facilitarían su desagravio.

Lo tenía todo decidido, y eso le proporcionaba un plan con final prescrito. Su condena injusta en la cárcel zanjó su bondad. Volviéndose ingrata y perversa, en espera de venganza. Llevándola a cometer y ejecutar desde su celda algún que otro delito jamás descubierto, le daba costumbre para cometer un nuevo crimen.


 

Baldiri había ingresado en el manicomio por dividir y destripar a Rosa su esposa, en acto de unos celos arrebatados y machistas. Atacó a la consorte oprimiendo su cuello hasta que perdió el resuello y sin perturbo desmenuzarla en porciones, que luego envió por correo a familiares allegados. El juez y forense a la hora de juzgarlo dictaminaron que era un desequilibrado incurable.

Alegando aquel pirado en sus instantes de sensatez, que había sido inducido a cometer parricidio por una hermana de su cónyuge. A la que confundía con Natalia, provocándole grandes excitaciones vengativas con deseos funestos, que a Berta le valdría para aniquilar a Natalia, usando los excesos de aquel iracundo.

Por ello la funcionaria fraternizó con Baldiri, predisponiéndolo con caricias subliminales y arrumacos que gratamente aceptaba por su desequilibrio sensorial. Unido a sus deseos eróticos primigenios salvajemente reprimidos, que ella sabía sustentar y canalizar con el pausado racionamiento de medicinas, con caricias excitantes, tocamientos y roces físicos que le producían momentos mojados felices.

 

Habían transcurrido seis meses desde que ingresó como sanitaria la nueva asistente en el pabellón del manicomio de Sant Boi, y dominaba las jaulas de agitados en el tercer turno. Incluso los pacientes más confusos habían sucumbido a los mandatos de la tutora. Era artífice de la conducta de cuantos estaban en aquella milla terrestre de chalados.

Había conseguido que todo fuera un paraíso y que el propio instituto Psiquiátrico, la nominara repetidamente como empleada ejemplar del mes. Por lo que le otorgaron aquel fin de semana, con una invitación de cena y alojamiento en el Hotel El Castillo de la ciudad.

Ocupando casualmente la habitación 113 de la primera planta, que sigue dando con vistas a la ermita de San Ramon, y qué en tiempo veraniego, luce de forma divina. A la que interrumpió en su descanso la policía local, con la noticia del crimen.

En la madrugada del martes 14 de agosto, nefasto percance entre pacientes, al haberse producido un grave imprevisto luctuoso. Ocurrido en ausencia de Berta la responsable asidua. Suceso originado por el trágico atentado a la insufrible Natalia Cerezuela, mientras reposaba.

Exterminada a manos de un vesánico que escapó de su galera, de forma sospechosa y accediendo por la espalda de la finada le asestó hasta la muerte, varios aguijonazos profundos con unas tijeras abiertas en la parte trasera del cuello.

Detenido el inestable atolondrado en las dependencias médicas policiales, confesaba el atentado achacando la culpa a la excepcional y distinguida asistente del servicio nocturno, Berta Gómez Santos.

Acusación hecha por el perturbado homicida, bajo los efectos de su gravísimo desequilibrio cognitivo. Inculpación que se caía por inverosímil al estar la gobernanta ausente del centro, gozando de un merecido fin de semana con los empleados más insignes de la institución.










FIN.
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