jueves, 14 de agosto de 2025

Chupinazo del verano 2025, FIESTAS MAYORES



Menuda Fiesta la del CHUPINAZO, Fenomenal, animación a tope.
¡Viva la FIESTA MAYOR de VALDERROBRES

 



OTRO MAS PARA EL CACHONDEO

 


PARA VER EL CHUPINAZO, marcar el link de bajo y pulsar. 


https://youtube.com/shorts/3tpunlDjVX8?feature=share


Fotos.












Paseo Desde el Puente a la Alameda.

 https://youtu.be/H1N5csAjEFQ













 




  




miércoles, 13 de agosto de 2025

Sabrina, no fue sobrina.

 

—No te imaginas a quien me he encontrado en el culo del mundo. Decía Ambrosi a su padre, después del regreso de unas vacaciones veraniegas.

—No tengo ni idea. Si no me informas, me quedo igual. Respondía Donald a su hijo, que comenzó a explicar con el inaudito encuentro que tuvo en Brisbane, una ciudad preciosa de Australia.

—Estaba tomando un jerez, en el hogar del español de la bella Brizzie, cuando llegó la camarera del local a servirme. Muy amable y atenta. Muy guapa, del todo preciosa. Enseñándome los pechos sin más. Una hermosura. A la que ni siquiera miré a la cara, con lo que me ponía frente a los ojos. Y me dijo de buenas a primeras,

—Hola primo… ¡Qué tal estás!, … ¡Como te va la vida! ¡Y tú… por aquí! Y por casa como andáis. Tantas preguntas una tras de otra. Estaba impresionado y sin entender nada. Yo sobresaltado después de las miradas que le lancé y viendo que era Sabrina, me emocioné.

—¡Joder, pero si eres Sabrina!... que haces por aquí mi niña.   … ¡Qué es de tu vida!

Seguí preguntando desencajado. Estaba más gordita, pero la vi mejor. Más guapa. Seguí queriendo saber de ella, y le pedí perdón por las miradas que le lancé segundos antes. Ella le dio poca importancia. Aunque noté su agrado por admirar sus pechos. Le quitó enjundia. Me dijo que eran gajes de su trabajo, que los hombres al ver tetas firmes, se incitaban en el consumo. Dispensándome de mi normal acción.

La verdad, que me contó cosas que ni me imaginaba de su vida. En fin. La encontré muy suelta y despejada. No se parecía en nada a la nena prudente que tratábamos.

—Mira me dio tanta alegría, que interrumpí la tranquilidad en aquel recinto poblado de españoles y esperé a que saliera del trabajo, para ir a cenar los dos juntos.

El abuelo Donald, inspiró y repitió el nombre de la que imaginaba.

—Sabrina, …dices. ¿La qué era, nuestra Sabrina? Te refieres a mi sobrinilla. …la niña de Apolonio y de Esmeralda. Es de ella, de quien me hablas.          

—¡Claro, a ella me refiero! Dijo Ambrosi a su padre, con cierta alegría y preguntó curioso. —Tu debes saber lo que pasó, ¡¿Verdad papá?! Anda cuéntame que fue lo que ocurrió.

Donald sin querer dejarse nada en el tintero, inició un recuerdo, de lo que llegó a enterarse en aquella época. El que comenzó a describir reclinándose en su butaca y cerrando los ojos mientras volvía a revivir aquellas vivencias.

—Fue un tiempo raro. Apolonio siempre fue un tarambana. Como su padre. Pero las cosas son como vienen. Siguió argumentando Donald… Verás. Te cuento hasta donde yo sé.

—Venían de unos abuelos raros. Su madre, la única que se casó. Tampoco fue del todo feliz. Eran unas hijas muy especiales, y la única que contrajo matrimonio fue Ángela Luna. La que después sería la abuela de Sabrina. Se enlazó con Bartolo. Sin el permiso del gremio familiar. Quiero decir que no les hizo demasiada gracia ni a los viejos ni a las hermanas. Reflexionó Donald, y acabó diciendo…

—Igual era solo para salir de aquel nido, y olvidarse de toda aquella presión a la que estaba sometida. La que soportó durante su infancia y pubertad. No lo pasó bien la moza.

El padre de Ángela fue siempre un hombre muy tímido y apocado, gobernado por la abuela, la Matriarca de todos ellos.  Otro cuerpo feliz, aquel alegre caballero. Era de los que pintaba poco, muy callado e infeliz. Quizás fue el único que le dio los parabienes a su niña.

Ángela de Luna, y Bartolo, tuvieron tres hijos. Matilde, Eleuterio, y Apolonio.

Matilde pronto huyó de la casa, con una congregación de monjas, como misionera ayudante de enfermería.

Eleuterio migró al Uruguay, viendo que seguir en aquella familia, tan solo le iba a comportar dolores de cabeza y dificultades. Dado el carácter de los padres y por la preferencia que demostraban por el hijo menor. Quizás el peor de todos. 

Apolonio sin dudarlo era el preferido de sus padres, se quedó en la zona creyendo que era un aporte para sus viejos y al final tan solo sirvió para mortificarles la vida.

Presumía de su incultura intelectual, y se pavoneaba de su fuerza bruta. La que usaba para lucirse como mil hombres, cuando en realidad era un vicioso, bebedor y embustero impresentable.

Detalles que sus padres no veían y trataban de apoyarlo en todas sus ideas, simplemente para que les dejara tranquilos y les olvidara.

Conflictos precisos llegados de aquellas doctrinas. Las que comportaron dificultades a la ingenua de Ángela Luna y a Bartolo Milanés, padres del insensato y pueril Apolonio.

Estando en la pubertad ya exigió a sus mayores, le dieran amparo en una preparación imposible por su negatividad.

Quería ser concertista de guitarra clásica. Ir por el mundo con su instrumento y deleitar a las gentes que con seguridad se pasmarían con el arte del nene Apolonio.

Bartolo lo inscribió en el instituto de música del barrio para iniciarse en el solfeo y en la práctica con el instrumento.

A las primeras de cambio lo abandonó todo. No entendía el pentagrama, ni conseguía aprender ni una sola nota del compás. No ponía atención en las clases y le costaba un mundo aprender de las pautas musicales.

Solía justificarse como norma y tras el dispendio de la compra de la guitarra, y de las costas de los cursos aducía una vez lo abandonó sin más, que los motivos por el cese en las actividades, eran porque tenía los dedos demasiado grandes y desarrollados.

Cuando pulsaba las cuerdas en el trebejo del instrumento, atacaba con error, dos cuerdas a la vez.

Intentando convencer a todos que sus dedos eran demasiado poderosos, por lo que no continuó con aquellos estudios por impedimento físico.

Creyó el muy tonto, si se hacía boxeador, al tener aquellas manos vigorosas y los dedos como barrotes de acero. Zurraría a quien se pusiera delante. ¡Pensado y hecho!

Convenció a su padre de nuevo para que le permitiera entrar en un gimnasio con la idea de hacerse pugilista. Volvió a acceder el bueno de Bartolo y allí lo llevó.

En cuanto comenzó los entrenamientos, le dieron dos toques en la frente y le reventaron las narices. Comprendiendo que aquello era demasiado duro y esclavo para seguir tomando nociones y castigo. Como era de esperar también cesó en las actividades. 

La última idea de Apolonio, surgió después de escuchar a un colega, que dominaba idiomas y se había colocado en el Hotel Paradiso, de la ciudad. De cabeza, comprendió que aquello sí que era lo que realmente le convencía y de nuevo engañó a sus padres. Proponiéndoles como deseo. Ser traductor de novelas extranjeras, y además trabajar como intérprete en aquel hotel que mencionaba aquel conocido.

Inició las clases de francés, inglés, alemán, y chino. ¡Nada más! No podían ser menos dialectos a la vez, creyendo que su capacidad intelectual le daba para eso y para más.

En cuanto tropezó con las declinaciones del idioma alemán, las abreviaturas y signos ingleses, los esbozos alfabéticos del chino, y el silabario ruso, sin olvidar el vocabulario parisino, se vino abajo tras haber consumido dos años y perder plaza en la fontanería del señor González, que le hubiera dado trabajo como aprendiz.

Viendo que no podía enfrentarse a nada que intercediera con la cultura, la dedicación y el empeño se alistó como voluntario en la leva de los futuros policías nacionales, para acceder al curso de preparación y poder ser al cabo de una serie de cursos, esfuerzos y entreno, uno de los agentes del orden del país.

Entretanto conoció a una muchacha muy especial, muy astuta y muy servil. De la misma nacionalidad. En él, no podía ser de otra manera. Hizo un inciso Donald, y explicó.

—Era una máxima que exigía el bobo de Apolonio. Fueran mujeres que por lo menos, hablaran el mismo idioma para desarrollar con éxito sus relaciones de pareja.

Y aunque la doncella era de una región distinta a la del bobalicón. Se complicaron. No se sabe muy bien, quien enredó a quien. 

Esmeralda venía sin descubrirlo, de una ruptura sentimental y necesitaba hombre. Algo escondería la buena muchacha que procuraba no airear.

Tropezaron en una de las salas de baile más rupestres de la ciudad y pronto se quemaron con roces. Meneos y succiones. Lenguaje fácil de entender y de practicar.

Se vieron en el siguiente mes día a día. Se festejaban y ninguno podía vivir sin el respaldo del otro.

Hasta que Esmeralda, le comunicó, que estaba en estado de buena esperanza. Dejando a Apolonio más planchado que el cuello de una camisa nueva.

Exigiéndole tomara una decisión, por ser una mocita honrada, limpia y trabajadora. Menor de edad, al no haber cumplido los veintiún años. Debiendo quedar su nombre inmaculado. Que hasta ese instante fue virgen, y no la había poseído nadie.

Advirtiendo al necio de Apolonio, que fue el que le bajó la falda, mitigó su vergüenza y la embaucó sin su consentimiento.

Apolonio no es que tuviera miedo. Era tan irresponsable que no podía notar semejante sensación.

Dudaba tan solo de si él, había sido el que la inseminó, o quizás hubo otro a la par. Que actuaba en el mismo frente y con la misma furia.

Se hicieron las pruebas del llamado en aquel tiempo… Predictor. Ensayos farmacéuticos que reflejaban resultas del futuro nacimiento. ¡Que mala leche! Salieron negativas.

¡Que fallo! El truco de Esmeralda en la prisa por cazar al engreído y bobo de Apolonio, fue fallido.

Las alarmas se dispararon y nadie puso freno. Aunque ella no podía dejar escapar a semejante forzudito, de músculos de acero, y volvió a intentarlo una y otra vez.

Haciéndole creer al atontado de la talla grande, que se ponía paracaídas para evitar aterrizajes insospechados. Hasta que estuvo segura que llevaba una criatura en sus entrañas. Después de repetir la prueba diez veces y asegurar el tiro, que era positivo y no había vuelta atrás.

Feliz Esmeralda, había puesto su pica en Flandes y el poco deportista, exboxeador, exmúsico y falso traductor, debía ponerle la guinda a la situación.

Sin salida, sin ocupación fija, sin ganas de enredarse con la nena preñada, la llevó a su casa a presentarla a Ángela Luna y a Bartolo Milanés.

Una vez la madre de Apolonio charló con Esmeralda se percató que la niña, era una pieza de ajedrez. La reinona, se había dejado hacer un jaque mate inminente. Ya no había otra que, seguir adelante. Aunque trató de aconsejar y hacerle observaciones a su hijo, para que se la quitara de encima, si podía. Que esa era otra odisea.

Tras y como Apolonio la llevó a conocer a su familia y que le dieran los parabienes, Esmeralda, preparó la presentación con los suyos.

El día que apareció el acompañante de la niña “Esme”, en su casa lo esperaba hasta el gato azul de Roberto Carlos. Maullando de júbilo cuando entró por la puerta. Todos expectantes. El padre, y la madre. Jacinto y Gabriela. La tía Úrsula, los ocho hermanos de la moza y un amigo de la abuela que la consolaba cuando le daban los ataques de apoplejía.

Aquel pimpollo y recio cargó con Esmeraldita y tuvieron una ceremonia de las desastrosas. Aunque a ella le importaba dos carajos.

Conseguido el premio, lo que viniera después podía ser como en el sorteo de una tómbola. Una muñeca o una pelota.

En el culto marital, no asistieron más que la mitad de los familiares del potente, y por parte de la novia, un festejo de los de tronío.

Llenaban el auditorio Green Feed. Mal llamado por sus iniciales. Era la barrita de las Gambas Fritas. Un merendero justo al borde de la playa.

Asistieron más de cien amigos, familiares y conocidos. Llevándolo todo con el tino necesario, y evitando en lo que pudieran se reflejara el grosor de la barriguita de la princesa y virginal Esmeralda.

Justo después de aquella unión Apolonio, tuvo que dejar temporalmente a la esposa esperándolo en casa. Lo habían requerido tras la solicitud hecha, para integrar las filas de los aspirantes al cuerpo de la policía nacional. Teniendo que ausentarse de la vera de Esmeralda por espacio de cuatro meses.

Tiempo en que la embarazada se quedaría al amparo de sus padres, hermanos y vecinos que ya habían dado muestras de cariño hacia ella.

Inició y acabó el curso de policía, donde tuvo sin remedio y por fuerza, que dar el do de pecho, porque debía alimentar tres bocas.

La esposa llevó a cabo aquella espera con suficiente rigor, viviendo aquel tiempo en su antigua habitación de soltera, hasta que regresó Apolonio.

Ya con el empleo de guardia nacional. Vivieron siempre cerca de la familia.

Ese matrimonio produjo sus frutos. El primer hijo, fue engendrado de penal, antes de las nupcias. Le llamaron Críspulo, que se criaba de maravilla dentro de los descuidos de aquellos padres que tan mal se toleraban.

Con aquelarres y disputas, discusiones que fijaban miedo. Hasta el punto de enfado por un mes sin decirse ni por ahí te pudras, y cuando hacían las paces. Alegría grata, ¡Aleluya! ¡menudo regalo recibía el policía!

Esmeralda conseguía premio. Nuevo embarazo al canto, que Apolonio digería con todas las aventuras extramatrimoniales que conseguía con su mínimo esfuerzo.

Después de aquellas disputas tan agrias venía el amor, y en la componenda, Esmeralda con un par de tetas lucía nueva barriga. Parecía decir sin palabras al marido. <no quieres una taza, pues habrás de tomate dos>

 

Apolonio fue mal hijo, mal padre, esposo, y peor agente del orden. De poco en menos, se fue hundiendo en sus propias miserias. Varios contenciosos delicados tuvieron que sobrellevar sus responsables, para disimular situaciones penosas, dentro de su dedicación. Temas muy peliagudos le pusieron pronto la finalización de su contrato de trabajo, alegando depresión profunda y datos no confesados.

Detalles que le llevaron al consumo de alcohol, y otras referencias que fueron minando su salud.

Por ese tiempo ya había parido la buena de Esmeralda al nuevo hijo, Crisanto, que se criaba como el hermano mayor. Gracias a Lucía y Alberto los abuelos maternos.

Tras la última crisis abierta, ya la definitiva. Esmeralda volvía a premiarlo con otra barriga. Mas descendencia. Siendo esta vez una niña preciosa que la bautizaron con el nombre de Sabrina.

Niña que creció dentro de un mundo poco maravilloso para ella, donde se encontró con las deficiencias de la historia de aquella pareja de inconscientes.

Aquellos tres niños se hicieron mayores. Sus padres a pesar de todo, jamás se divorciaron. Siguieron faltándose al respeto mientras vivieron. Que no fue demasiado.

La madre tras un exceso de barbitúricos acabó sus días, sin llegar a conocer la felicidad. Apolonio, intentó rehacer su marcha, sin llegar a poder. Los vicios y la vida nocturna lo llevaron una madrugada a despeñarse por el declive de un desnivel profundo que le segó su aliento para siempre.

De los varones de aquella familia. —Acabó reflejando el abuelo Donald.

—Nadie podría decir qué; o dónde paran. Seguro que son más felices ahora que están en otro estrato.

De Sabrina, ahora que lo comentas Ambrosi, podemos saber algo de ella. Si es feliz, pues bienvenida al mundo yupi. Aunque todos sabemos las consecuencias que la han llevado a ser una mujer completa. Adaptada guapa y trabajadora. Desconfiada y muy parecida a su madre.

La única diferencia que podría destacar para no compararlas de igual forma, es que huye de los embarazos. Se detuvo en el relato el padre de Ambrosi y vaticinó.

—Acabas de explicarme claramente en Australia, Sabrina, es casi feliz dedicándose a vivir sin demasiadas complicaciones. Tu me dirás hijo mío si eso es la vida que nosotros los padres planeamos para vosotros. A lo que Ambrosi respondió.

—No quiere tener unas relaciones más allá de los tres años. Con todos los hombres que coincidió en pareja, le explicó la clase de vida que le tocó vivir en su infancia. Detesta a su padre y a su madre. Jamás le dieron amor fraternal.

Según me acabas de contar Ambrosi, y tras escuchar mi relato, que opinión te merece lo que te explicó tu prima en ese encuentro casual—finalizó Donald, y quiso escuchar lo comentado por su hijo.

—Papá, no lo sé, a veces se cumple aquello del refrán: De tal palo tal astilla. Puedo decirte, que no hay nadie que la aguante y la abandonan por su frialdad. Sin saber cuáles son las causas.



     Autor: Emilio Moreno



 


domingo, 10 de agosto de 2025

Sherezade, la abuela sicaria.

 









Sherezade, fue una asesina a sueldo en sus años mozos, y además era una exterminadora versada original, que no dejaba rastros de ningún tipo, que le conviniera se supiera. Así es que jamás la cazaron con las manos en la masa, ni incriminarla con todos y cuantos delitos le fueron atribuidos, a la desconocida, pero afamada “quebranta vidas”.

Nadie le ponía imagen a semejante homicida. Sin conocer naturaleza ni calaña de la autoría.

Unos ponderaban y opinaban, que era un musculoso criminal. Sin embargo, otros se inclinaban más por detalles que había dejado en cada saldo, con índole femíneo

No renunció en mostrar en sus acciones algún que otro vestigio claro. Dejando una traza imprecisa a los investigadores, poco asociativa, y nadie pudo relacionar a Sherezade, como a la matarife asesina. Ni poderla incriminar y llevarla frente a ningún juez.

Aunque es bien verdad que los delitos de sangre, jamás prescriben y los cobra la Justicia en su momento, tarde o temprano. Con equidad, los adjetiva, los atribuye y los conceptúa. Hayan pasado los años que sean. 

Estaban sentados en el jardín de su chalet, los tres nietos de la llamada Baronesa del lago. Escuchaban las mil historias que su señora abuela relataba.

Todas habían transcurrido en sus años mozos y con aquella memoria que guardaba no se dejaba relato que mereciera la pena describir.

Con una mínima expresión, muy suya iba poniendo en la pura reflexión, aquel anonimato no descubierto, protagonizado por el denominado “Quebranta vidas”. Cierto homicida, con género desconocido, que en aquella ciudad aún trataban de descubrir y averiguar. Después de haber transcurrido casi cuarenta años. 

Sherezade había sido una mujer deseada, guapa e inteligente. Con su personalidad altanera e impetuosa, criada en la más estricta premisa por ser descendiente de una de las baronías más respetadas. De hecho, aún conservaba aquella atracción sensual a pesar de la edad que la soportaba. 

Se hizo famosa por las pesquisas que de ella se decían, relativas a su profesión de comunicadora social y pertenecer a la cadena televisiva más antigua del Reino Unido. De donde extraía la mayor parte de filtraciones políticas y económicas del momento. Añadiendo esos condicionantes al haber estado casada tres veces con personajes de mucho prestigio político, los cuales decidían en ocasiones la estrategia que debían llevar las democracias del país.

En todas sus uniones matrimoniales no había conseguido la felicidad que ansiaba. Con la mala suerte, de haber enterrado a cada uno de sus maridos. Todos ellos difuntos en condiciones muy extrañas. 

Trabajó durante la última contienda, al estar licenciada y por su experiencia en reportajes sociales, como fotógrafa. Llegándola a tildar por algunos personajes pertenecientes a los diversos partidos políticos y medios de prensa, de espía.

Sin encontrarle delitos al propagar secretos de estado a ninguno de los bandos de la contienda. Si que hacía mucho que pensar en el último periodo, el rodearse con gente muy adinerada y poderosa. Situándola en la fama total y en condiciones económicas excelentes. 

Aquella tarde había reunido a sus tres nietos, hijos de su descendencia maternal. La que mantuvo con cada uno de sus esposos. Con cada marido había parido una hija, las cuales, por diversos conflictos, envidias y rarezas, no se llevaban entre ellas. Por lo que usó de la sangre más directa que tenía. Tratándose de despedir de este mundo con la solera que a Sherezade le caracterizaba.

Le habían detectado una enfermedad concluyente, y en breve acabaría con sus días. Por lo que de nuevo se enfrentaba con su conciencia, aquella que en un tiempo tuvo abandonada y adormecida y ahora quería aflorar al mundo entero. 

No quería marcharse de este valle sin dejar claras algunas de las situaciones vividas.

Las que pretendía tratar con gallardía, o por lo menos con toda la valentía que pudiera permitirle su persona.

Lo planteó directamente, intentando que el instante estuviera carente de lamentos, de excusas y falsas modestias.

Pretendiendo ser clara y real con sus seres más directos, más valientes y menos interesados.

Había llegado el instante en aquel precioso jardín con sus nietos y después de saludarlos a todos, comenzaron a servir el té, con aquellas pastas sabrosas que en la mansión jamás habían faltado.

Sherezade llamó al servicio y les dio la orden, que previamente había acordado con ellos.

—Margaret—anunció a su ayuda personal. Prepara las cámaras de grabación para que se registre todo lo que voy a contar. Da aviso al operador y que se presente. Otra cosa, que sabes y no voy a repetir. Le advirtió a la sirvienta y exigió. 

—Que nadie nos interrumpa. Cuando digo nadie. ¡Es nadie!

Tan solo vendrás a comunicarme la llegada del comisario del distrito míster Brunner, que también he invitado a esta fiesta para que participe. Prosiguiendo con su disertación, entonó su mensaje con voz sutil y poco aminorada, ya dirigida a sus nietos y a la grabación iniciada. 

—Ahora que os tengo a los tres reunidos, quiero que sepáis algunos detalles que jamás había compartido con nadie. Ni tan siquiera con mis hijas, la madre de cada uno de vosotros. La mayor Rosie, hija de Martin.

Henkel que fue la hija de Robert, y la más pequeña Ronny, la hija de John.

Hizo un inciso y sorbió de la taza del té indígena que le habían servido y prosiguió. 

—En el último parte médico, han detectado algo feo. Muy feo, con lo que las cosas no van a mejorar y me veo en la necesidad de comunicároslo. No pretendo lamentos ni monsergas. Las cosas son así y de este modo debemos aceptarlas.

La primera noticia ya la conocéis, vosotros mismos la haréis llegar a quien creáis oportuno. Hacerlo sin dar pena, ni desasosiego. Es una máxima de mi destino y debo aceptarla.

Aquellos jóvenes, se turbaron por como de repente se lo hizo venir y esperaron a conocer la que les venía encima. 

—Comenzaré diciendo que en el año que finalizó la guerra, yo estaba haciendo un reportaje para el Daily Mirror. Era una encrucijada y en una de las secuencias de la batalla, fui amenazada por un comando queriéndome violar para después dejarme morir tras su disfrute. Reaccioné bruscamente, y antes de penetrarme con su fuerza, pude asestarle con su propia daga, entre la teta izquierda y el omóplato.

Le acribillé a cuchilladas, con sus propias armas. Aunque tenía por si me fallaba otro recurso, un revólver que llevaba escondido entre mis enseres.

Lo dejé más muerto que un saco de arena mojada. Me di cuenta que no tenía remordimientos y para ser clara, hasta disfruté viéndole morir.

Hice las fotos cuando estaba moribundo y truqué el titulado, con lo que gané uno de los premios del año.  

Ese fue mi inicio en la profesión que después mantuve los quince años siguientes. Sin pretenderlo, me hice Sicaria a sueldo, dado que aquel trance fue presenciado por un franco tirador malvado, que después se hizo jefe de uno de los cárteles mas conocidos del tráfico de estupefacientes. El que me reclutó al ver mi sangre fría para el asesinato.  

Tuvimos cierta relación de entrada, pero llegó a obligarme a mantener cama con él, quisiera o no. Al principio accedí. Era un tipo desagradable y mezquino.

Cuando me cansé le di matarile. De su propia medicina.

Tuve que asesinarlo, por cerdo, y asqueroso. Me hacía chantaje y corría el riesgo de ser delatada. Por este tipejo, no cobré nada. Lo hice gratis y con mucho gusto. 

Fui perfeccionando el empleo y a la par que iba haciendo reportajes precisos, iba asesinando a quienes me indicaban. Normalmente eran gentes poco honradas, pero debo decir que entre ellos hubo alguno que no lo merecía. Hizo un inciso para excusarse con su hija. 

—A tu padre Rosie, tuve que dejarlo seco de una puñalada en la yugular y después tirarlo por un terraplén.

Mantenía a escondidas relaciones con la esposa del jefe de los servicios secretos de un país raro y me dieron la opción de ponerlo en vereda.

Ya que estaba pasando información semi delicada al bando opuesto. Era preferible cobrar por sus devaneos, que llevarlo a la cárcel de por vida, con la necesidad de mantenerlo.

Siguió esgrimiendo doce asesinatos más, que la cámara iba registrando y de buenas a primeras, apareció Margaret, haciendo una señal que anunciaba la llegada del Comisario Brunner.

Que se personaba a detener a la que fue denominada “Quebranta vidas”. 

La que confesó en las dependencias de la comisaría, pactando aquella forma de relato, para que quedara filmado y no tener que volver a repetir semejante confesión.

Los motivos fueron claros.

Una vez supo que su enfermedad se la llevaba por delante. Se adelantó y se disparó ella misma confesando sus acciones.







autor; Emilio Moreno.
agosto 2025

miércoles, 6 de agosto de 2025

La sirena de mi playa.

 

 —No te bañes ahora amigo Brian, le propuso una sugestiva apariencia hecha ninfa de mar, lo que se conoce como el ente acuático denominado “Sirena”.

La que se había posado junto a él sobre la arena de aquella larga playa de sílices albas. De modo virtual, permitiendo se le viera poco y escuchara con claridad.

Mientras aquel irritado inculpado, se despojaba del traje azul marino. La ropa que habitualmente vestía a diario, la que iba guardando sin doblar dentro de una bolsa de desecho muy gastada, sin detalles, sin descripciones, sin nombres ni direcciones que tenía previsto depositar junto a su teléfono móvil, dentro del contenedor de basuras de aquel litoral.

Desde donde pudieran recogerlas al cabo de unos días, los servicios de limpieza y a la vez pasar sin el control debido aquella desaparición que preveía se produjera al suicidarse.

Pretendiendo quedara como una noticia simple. La de un ahogamiento habitual.

Instante en el que aquel ser imaginario y marino prosiguió dándole razones detalladas para conseguir que desistiera de su propósito.

Dirigiéndole la palabra súbitamente. 

—También vas a esconder tu muerte, como si fuera un ¿accidente? No te confundas, te han utilizado y lo has permitido. No les sigas el juego. La sirena, esperó la respuesta aireada de Brian, que no tardó en reaccionar.

Quien eres. ¿Por qué me has perseguido sin esconderte…?  En cuanto he llegado a la costa noté que me acosabas.

—Llámame, Celeste de la Orilla, Orla Marina, Sirena Femenina. Como quieras. Aunque te será más fácil citarme como Celeste. Así me daré por aludida y te atenderé con todo mi afecto, y no entorpecerá tu descabellado veredicto.

Aquella irradiación oceánica, después de contestar al asustado y febril Brian, siguió dando información precisa de lo que le podía ocurrir, si se adentraba en el mar.

Que por lo menos supiera, antes de perder la vida, que lo hacía por no tener la suficiente valentía para afrontar lo sucedido.

Yéndose de este mundo sin conocer todos los entresijos de la trampa que le habían preparado los llamados colegas profesionales y amigos del alma, para que acarreara con todos los sinsabores de una corrupción desmedida. 

—Creo que no es el momento, de quitarte la vida. —pronosticó Celeste, de forma contundente y prosiguió sin censura.

—Has premeditado en que posición te deja tu ¿mal considerada decisión? Acabó la locución y aquel matiz iluminado, quedó mudo con su pronóstico y dejó que Brian se la mirara para que le tomara confianza y permitir seguir con los consejos.

—Todos saben; porque lo has demostrado, que eres un tipo cobarde y miedoso, pero también reconocerán llegado el momento—se detuvo reafirmando y haciendo un inciso. —¡Que llegará en cuanto estéis frente al juez…! que eres completamente ajeno, al delito que han cometido tus colegas. No eres tú el que debes pagar con la cárcel. Aquella luz deslumbrante siguió aduciendo.

—Han falseado y modificado asientos contables, hinchando gastos falsos e irreales en la teneduría y contabilidad. Pagando regalías y mordidas a intermediarios. En los que te reflejan a ti como único responsable. Siguió con la retahíla de informaciones y añadió.

—Vas a ser tú; el más culpable de todos y el protagonista invitado, de un falso delito que quieren achacarte. Culpas que van cargando sobre tus espaldas y dejarte con el culo al aire. Sin más, con la falsa conducta de todos ellos, intacta y por eso te quitas la vida. Tirándote al mar….

Dejándoles vía libre en su delito. Consiguiendo que ellos queden como ejemplo frente al Consejo de Administración, con la Sociedad y con la Justicia.

Aquella presencia de la orilla, se frenó en su exposición y formuló otra duda. 

—Has recapacitado suficiente. Ya no musitó ni siquiera con un gesto. 

Sonidos que hicieron temblar a Brian, ya completamente desnudo y decidido a llegar a la orilla de la playa.

El recorrido que tenía hasta mojarse con las olas era mínimo, sin embargo, deambulaba con calma, y sin la decisión tan clara, después del aviso que Celeste de la Orilla, le había proporcionado.

—No sigas. Desiste de pretender siempre ser un desgraciado. Esa decisión qué has tomado no es para nada la más justa. Ni para ti, ni para todos los tipos honrados de la empresa.

A la que con ese fin que pretendes llevar a cabo. Los dejas en banca rota. Haciendo poderosos a los defraudadores que han cometido semejante desfalco. ¡Piénsalo!

¡Ten valor por una vez!

Reacciona como un ganador y no te dejes llevar por tus miedos. 

—Esperaré un poco. Le dijo el aturdido Brian, a la aparición Celeste de la Orilla, que le atosigaba para impedir tomara una medida tan injusta.

—Antes de ahogarme en esta playa, —comentó el asustado suicida— pensaré en lo que me has dicho, sobre mi cobardía y mi falta de personalidad, y en lo poco que me valoro, por el miedo que siempre llevo.

Creerás que te engaño, y quizás ni me entenderás. Y aunque no sé ni quién eres, igual me has salvado la vida.

Le anunció Brian agradecido a Celeste y sin cortarse un pelo siguió. 

—Me he quedado pensativo sin haberlo valorado. De verdad, no sé ni cómo lo había dado por normal, siendo causas revisables. Detalles que no había tenido en cuenta y los he de evaluar.

Acabó el mensaje que decretaba como respuesta a la Alucinación Celeste.

—Eso es lo que procede, le encomendó la aparición de la Orilla en pro de ayudarlo, invitándole a que resumiera su historia.

—Comienza desde el principio. Analiza el punto de partida de todo. El motivo, las causas, las ventajas y prohibiciones. El indicio de cuanto sucedió y su instante. La primicia del engaño. Sin olvidar que tu propia mujer, aunque la defiendas. Está cometiendo adulterio, con tu anuencia.

Te está vendiendo por su interés y porque jamás te quiso. Tan solo buscaba la posición, el dinero y el prestigio. Pretendía conseguir dejarte sin nada. En bancarrota, y meterte en presidio, acusado de todo cuanto pueda, para encubrir su traición.

Ahora que sabe a ciencia cierta, que vas a tirar tu vida por la borda, se frota las manos, y de qué manera…. Se restriega. ¡Estás ciego!

Brian se frenó en su acercamiento al agua, y se sentó en la arena, desnudo, desvalido y en condiciones de sopesar su trayectoria. 

Conocí a Brenda, en aquella Convención de la industria ferroviaria. Era delegada del Partido Costumbrista Tradicional, institución encargada del bienestar de los poderosos. Una abogada sin escrúpulos ni decencia, me dijeron sus colegas. Detalles que no creí, achacándolo a envidias contraídas por su valía.

Dándolo por falso, sin detenerme a comprobarlo. También me anunciaron que se lo jugaba todo a cambio de prestigio y fama. Sin dejar de lado el dinero, pero que de entrada no le importaba ya que lo uno lleva a lo otro.

Pronto me encandiló y me hizo creer que se había enamorado de mí. Cosa que me creí sin más, porque toda mi vida he sido un engreído y un desgraciado. Que me criaron sin principios, y gracias.

Mis predecesores bastante tenían con ir acrecentando la fortuna familiar, que eso del cariño a los hijos, la educación y el decoro, siempre estuvo en manos de terceras personas.

Yo; Brian Arriow, gozaba de todo lo que ansía un maduro experimentado, menos de mundología, y me dejé engatusar por el cuerpo desnudo de la abogada, que bien supo preparar una situación enojosa de celos y adulterio, con la que entonces era mi pareja para alejarla de mí y que me olvidara.

En aquel tiempo yo representaba a la dirección general de la empresa, y al permitir que Brenda fuera otra numeraria más del Consejo de Administración, se hizo con los detalles financieros hasta el fondo de las consecuencias. Sin que yo participara en ellos por la confianza que le dispensaba.

Con el contacto de alguno de los ejecutivos de la empresa urdieron un ambicioso plan de corrupción. Donde el dinero que les llegaba no pasaba por contabilidad alguna, yendo directamente a una cuenta en Borneo, a nombre de un patronato inexistente, que regía Brenda de Pardina.

De la misma traza las mordidas a los empresarios a cambio de favores políticos y de momios cuantiosos de dinero se ingresaban en la cuenta de Borneo.

Con la confianza que otorga ella a los tontos faltos de conducta y cordura sexual, y ayudada por su encanto erótico. Cuando se bajaba sin problemas la tira de sujeción de los sostenes y provocar al más pintado, diciéndoles cualquier cochinada, para que la tocaran una vez tenían sus tetas en la cara. Ya tenía coartada.

Se iba enredando con cada uno de los funcionarios hasta tenerlos pillados y hacer con ellos lo que le viniera en gana, para después llegar la noche y venir a buscarme con la falsedad de ser su amor, y que la hiciera suya.

Incluso llegó al punto de manipular a mis espaldas citas sensuales que no existieron entre nosotros, con actrices porno y tipos que se parecían a mí, caracterizándolos para que colara y poder hacer la película de su conveniencia.

La que usaba en su favor para romper matrimonios. Hasta que encabronó a mi pareja y me abandonó. Sin querer saber los motivos que causaban aquel abandono, dejé se escapara aquella mujer que en verdad me comprendía y que ahora puedo imaginarme los motivos por los que me repudió.

Así de criminal fue, siendo la promotora oficial del suicidio que tuvo míster Dominique de Charles, el gerente de asuntos documentales. Persona contratada por la firma hacía más de veinte años, para velar por la decencia de los componentes de la misma.

El que amenazó a Brenda una vez descubrió sus andanzas. Al sacar a relucir los chanchullos que mantenía con todo el que se le ponía por delante.

De Charles preparó cansado de tanta maldad una rueda de prensa para airear pruebas de los escándalos de la citada abogada. Pliegos, fotos y grabaciones que iba a presentar el ahora difunto, que fueron ocultados por Brenda, donde se le veía en bolas dejándose tocar, menear y follar, con el propio De Charles. Montaje falso siempre con testigos sobornados, que pudiesen acusarle de los hechos referidos.

Sin venir a cuento un buen día me entero de su accidente. Se quitó la vida despeñándose desde una de las torres de Manhattan. Un fin de semana que las visitaba acompañado de su esposa.

Con estas artimañas Brenda, tenía más callado que una reverenda muda, a cualesquiera de los hombres o mujeres que se tiraba y de una manera u otra le acariciaban sus nalgas.

Después a placer y con recochineo se lo montaba para hacerles el chantaje emocional. Coacción a la que estaba acostumbrada para someter a sus víctimas.

Finalizó su comentario y miró de nuevo al deslumbre que provocaba la presencia invisible de Celeste de la Orilla. Que le comentó tan solo lo preciso. 

—Vuelve. Vive, y jamás confíes en quien no merece. 

Quedó encaminado para volver a su despacho, con su propio análisis, certero y directo, sin necesidad que nadie pudiese inducir a engaño sobre los hechos acaecidos.

Las pruebas las tenía en su propio despacho. Las mismas que iba a utilizar Brenda, en su contra. Por el asesinato que estaba a punto de cometer en el mismísimo pupitre donde trabajaba a diario Brian. Ya que la abogada conocía que él, desesperado estaba en la playa quitándose la vida.  

Con ello, Brenda Pardina. Una vez diera muerte a Roger Arriow, padre del mismísimo Brian, y el hijo y dueño del negocio, suicidado el mismo día. Despejaba la ecuación con un solo movimiento.

Quedaba como presidenta de todos los accionistas de la empresa. Lo que pretendía y por lo que trabajó en los últimos dos años.

Brian volvió a recoger la ropa arrugada que había envuelto en aquella bolsa de deporte, vistiéndose y con la ayuda de su móvil puso al corriente a los gendarmes, mientras él se personaba en las dependencias del negocio.

Al cabo de dos semanas, se sentó Brian con sus pensamientos, y recordó aquella luz, que en un momento le permitió la llamara Celeste.

La autora, de acceder que tanto su padre como él, pudieran respirar hasta que la providencia los llamara, sin necesidad de prisas por dejar este valle.








Autor; Emilio Moreno.
fecha; 6-8-2025